En el verano de 1909, Barcelona se ve sacudida por una auténtica revolución callejera. Socialistas, anarquistas, comunistas, republicanos y radicales salieron a la calle en protesta contra la movilización de soldados para marchar al norte de África. La revuelta se tiñó de un odio hacia la iglesia católica y fueron incendiados diversos conventos e iglesias. Cuerpos enterrados fueron exhumados y depositados en las aceras. La violencia y el odio no terminaron con la intervención del ejército que por orden de Maura salió a la calle a imponer el orden.
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